Tras una lamentable tercera temporada que ponía de manifiesto que los chicos de Californication tenían que ponerse las pilas como lo hacían allá por la primera temporada, cuando la serie desprendía frescura por los cuatro costados, la cuarta temporada de la ficción de Showtime tenía una clara función: devolvernos a los orígenes de la serie y brindándonos al fin un atisbo de cohesión en la trama.
El resultado ha sido, a grandes rasgos, satisfactorio. Sí, Hank Moody (David Duchovny) no es más que la eterna reformulación de si mismo y las payasadas que un día gustaron, ahora ya cansan o no sorprenden. Sin embargo, se ha puesto cierto empeño de crear una trama que involucrase a un considerable número de secundarios que nos redujesen la dosis de Moody hasta lo humanamente soportable.
Y aunque de payasada hemos tenido de sobra, la verdad es que los secundarios han estado de lujo con dos habituales excepciones y han conseguido que la particular catarsis del protagonismo se haya llevado a cabo con cierta brillantez. Es cierto, la serie se sigue atando a las viejas fórmulas, pero no soñemos con un Californication que se desenvuelva sin las habituales y cada vez más dadas de vuelta situaciones sexuales: pidamos a los guionistas que nos mantengan a parte del reparto que aquí han incorporado y las cosas iran razonablemente bien.
Empecemos con lo bueno: de los habituales, Runkle (Evan Handler) ha estado a su más alto nivel. No solo ha bordado todos y cada uno de los episodios si no que ha soportado el peso de los mejores momentos cómicos de la serie. Dos nuevas caras destacan, especialmente Abby (Carla Gugino), posiblemente el más carismático acompañante femenino que haya tenido Moody, si no también de los mas sensuales. No parece posible que vayamos a verla en futuras ocasiones, pero oye, ¡que bonito es soñar! Eddie Nero (Rob Lowe), ha tenido gran parte de la culpa con uno de los personajes más efímeros pero a la par histrónicos que hayamos visto por la serie, y a este si que parece más probable volver a verle. El resto, bien sin lucimientos, grandes en su limitación, que ya es.
Sin embargo, entre tantas luces, dos sombras destacan en Californication y esas son Karen (Natascha McElhone) y Becca (Madeleine Martin). No solo su aportación como actrices es altamente escasa, especialmente en el caso de la chirriante hija fea de Moody. Sus personajes merecerían ser apaleados durante un episodio completo, para placer de los espectadores, y es que su papel 'limitador' de Moody se extiende hasta el espectador, incomodandolo con situaciones que no le interesan.
En resumen: la catarsis particular de Moody nos ha brindado mejores y peores momentos, pero lo ha hecho mostrando una cohesión antes olvidada que nos recuerda más que nunca a la brillante primera temporada, muy presente en todo momento. Y sansacabó, la espiral autodestructiva en la que Moody acostumbraba a vernos parece empezar a girar más despacio y aires de cambio se perciben en el horizonte. Y citando a la odiosa Becca, cuando Californication vuelva, puede que todo haya cambiado, pero puede también que lo haya hecho para mejor.
El resultado ha sido, a grandes rasgos, satisfactorio. Sí, Hank Moody (David Duchovny) no es más que la eterna reformulación de si mismo y las payasadas que un día gustaron, ahora ya cansan o no sorprenden. Sin embargo, se ha puesto cierto empeño de crear una trama que involucrase a un considerable número de secundarios que nos redujesen la dosis de Moody hasta lo humanamente soportable.
Y aunque de payasada hemos tenido de sobra, la verdad es que los secundarios han estado de lujo con dos habituales excepciones y han conseguido que la particular catarsis del protagonismo se haya llevado a cabo con cierta brillantez. Es cierto, la serie se sigue atando a las viejas fórmulas, pero no soñemos con un Californication que se desenvuelva sin las habituales y cada vez más dadas de vuelta situaciones sexuales: pidamos a los guionistas que nos mantengan a parte del reparto que aquí han incorporado y las cosas iran razonablemente bien.
Empecemos con lo bueno: de los habituales, Runkle (Evan Handler) ha estado a su más alto nivel. No solo ha bordado todos y cada uno de los episodios si no que ha soportado el peso de los mejores momentos cómicos de la serie. Dos nuevas caras destacan, especialmente Abby (Carla Gugino), posiblemente el más carismático acompañante femenino que haya tenido Moody, si no también de los mas sensuales. No parece posible que vayamos a verla en futuras ocasiones, pero oye, ¡que bonito es soñar! Eddie Nero (Rob Lowe), ha tenido gran parte de la culpa con uno de los personajes más efímeros pero a la par histrónicos que hayamos visto por la serie, y a este si que parece más probable volver a verle. El resto, bien sin lucimientos, grandes en su limitación, que ya es.
Sin embargo, entre tantas luces, dos sombras destacan en Californication y esas son Karen (Natascha McElhone) y Becca (Madeleine Martin). No solo su aportación como actrices es altamente escasa, especialmente en el caso de la chirriante hija fea de Moody. Sus personajes merecerían ser apaleados durante un episodio completo, para placer de los espectadores, y es que su papel 'limitador' de Moody se extiende hasta el espectador, incomodandolo con situaciones que no le interesan.
En resumen: la catarsis particular de Moody nos ha brindado mejores y peores momentos, pero lo ha hecho mostrando una cohesión antes olvidada que nos recuerda más que nunca a la brillante primera temporada, muy presente en todo momento. Y sansacabó, la espiral autodestructiva en la que Moody acostumbraba a vernos parece empezar a girar más despacio y aires de cambio se perciben en el horizonte. Y citando a la odiosa Becca, cuando Californication vuelva, puede que todo haya cambiado, pero puede también que lo haya hecho para mejor.
Californication - Temporada 4
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1 comentario:
Vamos, planes para la próxima temporada, que se carguen a la familia y que Runkle convenza a Hank de hacer una serie sobre él protagonizada por Eddie Nero.
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